Ya sé que ahora se dan muchos casos al contrario de mi historia, maestras y profesoras maltratadas por padres y/o alumnos, una total aberración e innadmisible actitud venga de quien venga.
Aunque a mi me haya pasado como alumna, entiendo perfectamente como se puede sentir una docente que haya sufrido el abominable maltrato de padres, alumnos o ambos.
Aquí sencillamente quiero compartir mi historia, porque esto me sucedió a mi personalmente, no es ninguna pamplina inventada para colgar en la web.
Pienso y tengo la certeza absoluta que cuando una persona se conoce, se trabaja interiormente y tiene una alta autoestima desde el corazón, no desde el ego, puede evitar ser agredida por otra verbal o físicamente. Por eso dedico mi trabajo a ti para que seas la REINA DE TU VIDA, y no la esclava en ningún sentido. Que aproveches mi disposición depende de ti.
Quiero que sepas que honro, respeto y valoro profundamente tu profesión.
Corría el año 1975, un año un tanto especial para mi.
Yo tenía 10 años y cursaba quinto de E.G.B. lo que hoy es quinto de primaria. No era precisamente una de las estudiantes más destacadas y siempre me sentaba en algún pupitre ubicado hacia la mitad de la clase, ya que la “señorita” (así llamábamos en mi época a la maestra) nos colocaba por orden según la nota media resultante de la obtenida en los exámenes.
Ese invierno estuve como una semana sin asistir a clase porque tuve la gripe. A la vuelta la “señorita” me pidió salir a la pizarra para hacer un ejercicio de matemáticas, uno que había explicado durante mi ausencia y del que yo no tenía ni idea por lo tanto no lo pude solucionar, sinceramente no me acuerdo de que iba, pero de lo que sí me acuerdo es de la paliza que me dio allí mismo y delante de todas mis compañeras, en aquel entonces todavía niños en una clase, niñas en otra, ni siquiera salíamos al recreo juntos.
Aquella señora (de quien recuerdo perfectamente su cara y el gran anillo que llevaba puesto el día que me pegó) comenzó a golpearme en la cabeza con el puño cerrado y utilizando un anillo bien gordo con una piedra negra bien grande estampando mi cabeza en la pizarra, diciéndome cosas que no recuerdo, y yo allí como un pasmarote sin rechistar, sin salir corriendo, solo llorando y llorando pero sin hacer el mínimo ruido. Recuerdo que la clase se quedó totalmente en silencio y en un momento miré hacia mis compañeras y todas miraban aquella escena con ojos como platos.
¿Y qué hice yo después de aquello? Estaba muerta de miedo y me daba vergüenza decirle a mi madre que la señorita me había pegado, así que no dije nada y además no puse pegas para ir a clase. Pero si me dije a mi misma que esa mujer no volvería a ponerme la mano encima y además le iba a refregar por sus narices mi capacidad de estar en uno de los primeros pupitres de la clase, conseguí ser la número dos porque el uno estaba eternamente adjudicado a Isi, quien se convirtió en mi mejor compañera durante el resto del curso y todavía la llevo en mi corazón de una manera muy entrañable, aún somos amigas.
¿Por qué me pegó aquella maestra? pues seguramente tendría sus razones pero a mí nunca me las contó. Y muy seguramente después de ver mi progreso se sentiría orgullosa de haberme pegado porque así, según ella, consiguió que yo rindiera más. Resulta que esa fue mi particular manera de reaccionar, pero otra niña o niño posiblemente hubiese reaccionado de una manera más negativa y hubiese arrastrado un trauma toda su vida. En mi caso he podido borrar todo mal estar referente a este tema con todo el trabajo que he realizado de crecimiento y desarrollo personal utilizando las herramientas de Louise L. Hay.
Todavía recuerdo aquella escena de mi vida, la cara de aquella mujer, su anillo y la cara de mis compañeras pero de una manera totalmente indiferente, increiblemente nunca le guardé rencor, no me causa alegría pero tampoco dolor. Es más, le estoy agradecida, a pesar de que aquel episodio de mi vida creó en mi sentimientos de desmerecimiento, dolor y una autoestima por los suelos, porque la agresión que sufrí me hizo ver por primera vez lo valiente y fuerte que soy, de lo cual me di cuenta después de trabajar mi interior y sanar muchas cosas.
Si yo hice algo, (lo cual hoy todavía ignoro), a parte de no ir a clase durante una semana por tener gripe, que a esta mujer le resultó merecedor de una llamada de atención o “castigo” podría haber hablado conmigo o con mis padres o haber tomado otra alternativa en vez de golpearme con su puño estrellando mi cabeza en la pizarra. Pero claro, para eso hay que tener mucha estabilidad emocional y un corazón lleno de dicha.
Tengo que decir que no tengo el recuerdo de que esta maestra fuera maltratadora o pegona, pero a mi me pegó. Y también tengo que decir que sí que tengo el recuerdo de otra maestra en aquel colegio que le pegaba a sus alumnas con gomas de bombona, aquellas naranjas, y con esas reglas de madera súper largas. Luego, en secundaria, estuve en un colegio de monjas, las RR Adoratrices, y jamás vi a ninguna maestra seglar o monja pegarle a nadie.
¿Cómo y por qué motivo te gustaría que te recordasen tus alumnos y alumnas?
El trabajo que realizáis las maestras, profesoras y toda persona que enseña algo, sobre todo a niños y adolescentes es sumamente importante, yo os valoro muchísimo, de una manera u otra dejáis huella en estas personitas que luego serán personas adultas. Y aunque mi trabajo es válido para todas las personas independientemente de su profesión y sexo, decidí enfocarme especialmente en las mujeres que enseñáis algo: maestras, profesoras, madres, educadoras, trabajadoras sociales, psicólogas, pedagogas, enfermeras…(¿se me olvida alguna?) para que además de enseñar con la cabeza enseñéis con el corazón y dejéis el más entrañable recuerdo en vuestros alumnos.
Cuando haces un trabajo interior repeles, increiblemente, cualquier tipo de relación tóxica, ya sean alumnos, padres de alumnos, amistades, y en cualquier caso sabes como alejarlas de ti.
Os dejo una afirmación: “Me amo, soy fuerte y salgo victoriosa de cualquier situación indeseable”
Un beso a todas y gracias por permitirme compartir.
Hola Mercedes: Soy de Bs. As., estoy buscando mi Ser Interior, leyendo mucho, sobre todo a Louise; que me ha abierto maravillosamente mi corazón. Mira, soy profesora, en este momento no en ejercicio de la profesión. Quería comentarte que se suceden muchas formas de maltrato con los alumnos, muchos docentes hacen una pésima apropiación del poder que tienen y terminar haciendo abuso del mismo. Es una pena muy grande, no sólo por los alumnos sino también por estos profesores mismos, que no engrandecen la hermosa tarea de enseñar. Mientras leía tu artículo recordaba mi infancia y los maltratos recibidos, gracias a Dios eso hoy, ya es historia, no guardo rencores ni resentimientos a aquellos maestros, ellos son responsables de sus actos. Todos los docentes deberíamos saber que cuando uno está al frente de un aula no sólo va a compartir sus conocimientos con los alumno sino que también vamos a aprender de ellos. Deberíamos todos democratizar la palabra, escucharnos, entender las razones de cada uno. Tengo la esperanza de esto algún día pase. Empezaríamos a cambiar el mundo